jueves, 23 de noviembre de 2017

Sacrebleu! Estas cosas con De Gaulle no pasaban

El 19 de noviembre pasado, Guillermo Piro publicó en el diario Perfil la siguiente columna a propósito de la concordancia de sustantivos y adjetivos, que hará las delicias de todos y todas, o de todas y todos, lo que no es lo mismo, pero es igual.

Manteles y sillas blancas

Desde hace semanas se está discutiendo en Francia sobre la “escritura inclusiva” y una regla gramatical que muchas personas proponen superar y otras defienden. La regla, válida también en español, está resumida en la frase le masculin l’emporte sur le féminin, es decir, “el masculino prevalece sobre el femenino”. En nuestra lengua, la gramática también prevé que cuando en una frase un adjetivo se aplica a dos o más sustantivos se deben seguir dos reglas: si los sustantivos son todos masculinos o todos femeninos, el adjetivo mantiene el mismo género y se declina al plural, y si los sustantivos son de distinto género, el adjetivo se declina al masculino plural.

La edición francesa de Slate publicó un divertido artículo de Titiou Lecoq en el que cuenta que cuando cursaba la escuela primaria y le fue explicada la regla de la prevalencia del masculino, todas las niñas protestaron, mientras que los niños aplaudían: “Habían entendido perfectamente lo que estaba en juego y que la ilustración del libro decía claramente. Las chicas habíamos perdido”. La ilustración a la que se refiere Lecoq era, efectivamente, elocuente: un niño tirando de la soga con la sola ayuda de un perrito vencía a tres niñas que tiraban del extremo opuesto. El maestro trató de calmarlos diciendo que se trataba de una mera regla gramatical, pero los chicos comenzaron a canturrear algo así como “nosotros somos más fuertes”. “Pero nosotras –sigue Lecoq– veíamos que la regla nos estaba diciendo otra cosa: que los chicos habían ganado. Y los chicos habían entendido exactamente lo mismo”.

Se trata de una regla que no siempre existió en la lengua francesa. Hasta el siglo XVII prevalecía la concordancia por proximidad: el adjetivo asume el género del sustantivo más cercano. Fue después que se la reemplazó por la regla de la superioridad del masculino.

Algunos días atrás, más de trescientos docentes apoyados por un centenar de intelectuales firmaron un manifiesto en el que declaran que de ahora en adelante enseñarán ignorando la regla de la prevalencia del masculino. Los motivos son tres: 1) la regla de prevalencia es reciente en la historia de la lengua y no tiene utilidad alguna; 2) el objetivo de los promotores de la regla de prevalencia no era lingüístico sino político: la nueva fórmula fue usada para afirmar el orden de los valores que debían fundar la República francesa, un orden que “les negó a las mujeres los derechos políticos hasta 1944”; 3) la repetición de esta fórmula a niños y niñas induce a que ambos realicen representaciones mentales que llevan a aceptar el dominio de un sexo sobre otro.

La Academia Francesa –fundada en 1635 por el cardenal Richelieu, que dicta las reglas sobre cuestiones lingüísticas y que admitió por primera vez a una mujer entre sus miembros en 1980– reaccionó enfáticamente con una declaración firmada unánimemente por sus cuarenta miembros: la propuesta inclusiva de la lengua francesa es una “aberración” y pone “en peligro de muerte a la lengua francesa”.

Muchas personas hacen notar que la regla de proximidad es mucho más simple, más lógica y más fácil de enseñar. La ventaja de esta regla es además que quien la entiende como un duro golpe a la identidad nacional siempre podrá escribir, en vez de “los manteles y las sillas son blancas”, “las sillas y los manteles son blancos”.

Nota bene: esta columna fue escrita según las reglas de la escritura inclusiva. Si nadie se dio cuenta, tanto mejor. Significa que es posible no excluir a nadie sin provocar por eso un desbaratamiento lingüístico que ponga en peligro de muerte a la lengua española.

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