viernes, 24 de julio de 2015

"El libro más leído en las escuelas alemanas"

El 19 de julio pasado, en su habitual columna dominical del diario Perfil, Guillermo Piro publicó el siguiente artículo sobre Georg Büchner y el destino de su texto La muerte de Danton, reciente edición crítica incluida.

 

Büchner bajo una montaña de papel


Cuando en 1835, dos años antes de morir, el poeta alemán Georg Büchner, a los 22 años, publicó la obra teatral Dantons Tod (La muerte de Dantón); el libro tenía 160 páginas. Se habían impreso 400 ejemplares que, dieciocho años después, todavía no se habían agotado: escasos lectores habían querido gastar la suma equivalente a un viaje en carroza entre Frankfurt y la vecina Darmstadt para leer un drama ambientado en París en tiempos del Terror.  Todos saben que de no haber muerto tan joven, Büchner hubiese terminado siendo tanto o más importante que Goethe o Schiller. O que Goethe y Schiller.

Fue a partir de 1834 que Büchner empezó a publicar artículos polémicos y satíricos en El mensajero de Hesse. Eso le valió la censura y la persecución por parte  de las autoridades. Büchner fue acusado de traición y buscado por la policía. Consiguió ocultarse en casa de sus padres, donde escribió La muerte de Danton. De hecho, en un acto de creación literaria inadvertido, la única descripción que conocemos de Büchner proviene del edicto de la policía de Hessen que ordenaba su captura:  alto, de cejas y cabellos rubios, delgado, de ojos grises y miopes, frente muy abombada y boca acentuadamente estrecha. Büchner fue delatado y tuvo que abandonar su país y huir a Estrasburgo en 1835.

La muerte de Danton se desarrolla en torno a la contraposición ideológica y psicológica de las personalidades de Danton y Robespierre: un Danton humano, gran orador, extrovertido, sensual, pasional, arrepentido de sus errores y crímenes, frente a un Robespierre rígido, frío, austero, puritano e inflexible. Ellos son los dos ejes, las dos formas de ver la Revolución. Büchner se documentó de forma exhaustiva para esta obra teatral, la cual incluye fragmentos de discursos auténticos. La primera edición de esta obra fue “depurada” de obscenidades y expresiones inconvenientes por su editor, el también escritor Karl Gutzkow. El propio Gutzkow afirmó una vez que lamentaba haber tenido que efectuar unos recortes que dejaban la obra “hecha una ruina”.

Georg Büchner murió en Zurich, poco después de haber dado una conferencia en la universidad. Se lo llevó el tifus el 19 de febrero de 1837. Tenía veintitrés años y cuatro meses.

Hoy la breve ópera prima del que fuera un joven estudiante de Medicina en la Universidad de Estrasburgo, escrita en poco más de un mes, se encuentra en el Olimpo de la literatura mundial y es el libro más leído en las escuelas alemanas. De hecho, acaba de aparecer una edición crítica que tiene 1640 páginas, que incluye cuatro versiones distintas del texto, un número infinito de notas y apéndices con análisis estructurales, lingüísticos e históricos que no dejan pasar una, ni siquiera la biografía de los padres y los abuelos del joven poeta o las ideas políticas de su profesor de alemán. El mismo editor promete la edición de la obra completa de Büchner en catorce tomos.


1 comentario:

  1. Sería interesante saber a qué edición alude, ya que entre ediciones escolares/universitarias y de obras completas, la más reciente es del 2008 (wikipedia -en alemán es mucho más confiable que la versión en español- y amazon.de alcanzan para verificarlo).
    Ay, este Piro, este Piro. Cada vez más parece que en vez de notas de divulgación, hace petite literatura à la Borges. ¿Y que sea el texto más leído en la escuelas alemanas? Habrá trocado el nombre del de Hamburgo por el de Hessen, ya que si hay una obra de teatro que sí se lee mucho en la escuelas es Draußen vor der Tür de Wolfgang Borchert. Otro muerto prematuramente, pero 100 años después a escasos 2 años del fin de la segunda guerra mundial. Perdón por el tono del comentario, pero realmente con personajes como Büchner, hay que alentar a los lectores, y en todo caso generar más, pero no perpetrar paparruchadas desinformantes.

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