miércoles, 4 de febrero de 2015

"El problema es el título"

El pasado 21 de enero pasado, Ricardo Bada publicó la siguiente columna en El Trujamán.

El sueño de Zettel

Una edición bilingüe es un arma de doble filo, uno de los cuales puede ser a veces bastante romo.

Tengo en mis manos un libro, Zettel, editado en México, 1979. Se trata de una edición bilingüe con fragmentos de Ludwig Wittgenstein, y el primer obstáculo aparece en la casi imposibilidad de traducir el título, de tal manera que se tomó el buen acuerdo de dejarlo en el original… pese a que en el prefacio se explica lo siguiente: «La colección que se publica aquí se remonta a Wittgenstein mismo, quien extrajo diversos fragmentos de varios escritos a máquina, más amplios, y los guardó en una caja a la que puso esta etiqueta: «Zettel (papeletas)». O sea, que sí disponían de una palabra para el título, pero no la usaron.

Lo entiendo bien porque los diccionarios nos dirán que Zettel puede traducirse como «billete, ficha, hoja pequeña de papel, nota, octavilla, papel, papeleta, papelito, pedazo de papel, trozo de papel», etc. Todos conocemos esos tacos de papeletas de distintos tamaños, sueltos o engomados por uno de sus costados, y que sirven para dejar avisos al compañero ausente sobre su mesa de trabajo, o para anotar la lista de la compra, en fin, son multiuso, y en alemán se llaman «Zettel». Pero convengamos en que «Papeletas», «Papelitos», «Fichas», como título de un libro de Wittgenstein, resultaría harto pedestre. Lo que más se acercaría sería «Notas», sólo que es un sustantivo de mayor alcance que el de un simple «Zettel».

Pues bien, el fragmento 4 comienza diciendo «Eine der irreführendsten Redeweisen ist die Frage “Was meine ich damit?”», que en la página de la derecha aparece traducido así: «Uno de los modos de hablar más contundentes es la pregunta “¿Qué quiero decir con eso?”»

No suelo leer libros alemanes traducidos, pero la casualidad puso en mis manos este, quise hacer un par de calas en él, y ya en la primera página me encontré semejante desafuero, que me quitó las ganas de seguir adelante. Porque me pregunté, con los ojos de una persona que no entiende alemán, qué tiene de «contundente» la pregunta «¿Qué quiero decir con eso?».

La explicación está en el adjetivo empleado por Wittgenstein, irreführend, que significa «engañoso, conducente a error, confundiente» (este lo introduzco yo como neologismo) pero jamás «contundente», que sería justamente todo lo contrario. El error en la traducción sólo puede deberse a que haya habido un baile de letras en la imprenta, pero no vale como excusa, pues para ello existen las galeradas y están los correctores.

De todas maneras, el problema del título, vuelvo a él, no es tan grave como en el caso de la obra cumbre de Arno Schmidt, uno de los pocos talentos innovadores de la lengua y el relato alemanes, en el siglo xx. [En una carta a Francisco Porrúa, su editor en Buenos Aires, Julio Cortázar le escribe el 5 de enero de 1963, desde París: «Che, ¿vos leíste a Arno Schmidt? Es un alemán que se nos parece un poco, es decir que es terriblemente intelectual y al mismo tiempo está más vivo que un gato de azotea»].

Esa obra de Arno Schmidt se titula Zettel’s Traum, y consiste en un cartón lleno de papeletas y diálogos ordenados en ocho cuadernos tamaño DINA3, escritos a máquina y a mano en tres columnas: 1334 páginas en total, una empresa faraónica. Y ocurre que el Zettel del título es por completo ambiguo ya que también alude al tejedor que interpreta a Píramo en el Sueño [en alemán Traum] de una noche de verano, la obra de Shakespeare. En la traducción al tedesco, Píramo se llama Zettel y ese nombre es entretanto, en esta lengua, un concepto acrisolado. Y más en este caso, porque la «acción» —si de ella puede hablarse— en la obra de Arno Schmidt transcurre íntegra durante un día de verano (con su respectiva noche).

No se traducirá, creo, nunca, al español, pero me he tomado el trabajo de averiguar cómo se llama el personaje de marras en nuestras traducciones de la comedia de Shakespeare, y son Fondón, Lanzadera, Canilla Telares o «el tejedor». Si al menos una de ellas la hubiera hecho Arniches y lo hubiese bautizado como «El Papeletas»…

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