viernes, 13 de junio de 2014

En los ochenta primeros años del F.C.E.

Una breve entrevista de Julieta Roffo con José Carreño Carlón, actual director del Fondo de Cultura Económica de México, publicada en la revista Ñ el 3 de junio pasado.

Los libros van de la metrópoli a la periferia

Entre el 3 y el 7 de septiembre habrá fiesta en la Ciudad de México: será para celebrar el 80° aniversario del Fondo de Cultura Económica, esa editorial que Daniel Cosío Villegas fundó en 1934 para proveer de bibliografía a los estudiantes de Economía de la Universidad Nacional de México y que ocho décadas después tiene en su catálogo unos 10 mil títulos publicados, cuenta “entre los suyos” a 62 autores que han ganado el Nobel de Literatura y se convirtió en uno de los nudos centrales de la producción de libros en América latina. Se trata también del sello que reeditará en versiones “aniversario” clásicos de clásicos como El Capital, de Karl Marx, La democracia en América, de Alexis de Tocqueville, que festejará, de paso, el centenario de Octavio Paz, y que cuenta con Ricardo Piglia entre sus compiladores actuales. José Carreño Carlón, director de la editorial desde enero de 2013, dialogó con Clarín desde México sobre esa editorial a la que los amigos y los lectores le dicen, con cariño, “el Fondo”.

–¿Cómo se sostiene el prestigio editorial durante 80 años?
Una de las claves está en la congruencia con el correr del tiempo, en mantener la fidelidad con los orígenes. El Fondo de Cultura mantuvo una línea editorial constante: se ocupó de la provisión de libros de vanguardia para la vida académica, para alumnos y profesores. Y esa línea se mantiene hasta hoy. Siempre fue una referencia para la Economía y la Historia, luego para la Antropología, el Derecho y la Ciencia Política: fue ampliando su campo de acción. Ahí aparece otra clave de su prestigio y su duración: la editorial vino a resolver necesidades en el mundo universitario. Otro de los problemas que la editorial intenta resolver, y que creo que está en vías de satisfacerse, es la formación de un mercado latinoamericano del libro: que lo producido en Chile esté en México y en Argentina, que es donde el Fondo más ha trabajado. Está por abrirse una nueva filial en Ecuador; son pasos para asegurar la circulación regional.

–¿Qué otros pasos pueden darse para consolidar este mercado latinoamericano?
Creo que tiene que ser una idea colectiva, y no de una editorial sola. Desde el Fondo quisimos aprovechar el inicio de la novena década para lanzar una consulta por la región: recibimos muy buenos aportes. Desde Buenos Aires, por ejemplo, Gabriela Adamo –hoy ex directora ejecutiva de la Feria del Libro porteña– propuso armar una red de traductores. Esto tuvo que ver con las constantes críticas que reciben las traducciones españolas. Las grandes editoriales con sello aparentemente español, como Alfaguara o Planeta, o lo que hoy es Penguin Random House, llegaron a Latinoamérica pero no resolvieron el problema de circulación de libros: no la horizontalizaron. Se armó un sistema post-colonial en el que los libros iban y venían de metrópoli a colonia pero no se movían entre distintos países de la región: los gatos vinieron a comerse a los ratones.

–¿Cómo dan pelea los ratones en un mercado tan concentrado?
Creo que la concentración muy alta es un problema pero también una ventaja: en nuestro nivel no se da una competencia tan feroz como la que ocurre entre gigantes; aparecen alianzas estratégicas e intereses comunes, y eso nos da una ventaja competitiva. No jugamos a “suma cero” sino que apostamos a las fusiones.

–¿Cuánto influye el libro electrónico en el futuro de las editoriales, sobre todo en las que no tienen escala global?
En el Fondo todavía no hay un gran consumo de descargas. Ya hay unos mil títulos digitales de los cinco mil que tiene el catálogo actualmente en circulación, y al año se suben unas cien o doscientas novedades. Aspiramos a tener todo el catálogo en pocos años y a ir haciendo grandes campañas de promoción. Una de las cosas que más ayuda al crecimiento del libro digital son los sistemas educativos que proveen a los chicos de computadoras o tabletas: ese es el público que habrá que satisfacer con ebooks dentro de unos años.


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