lunes, 10 de junio de 2013

Muchos traductores del latín la tienen adentro y no lo saben

El sábado 8 de junio pasado, el diario Página 12, de Buenos Aires, publicó sin firma la siguiente nota y entrevista con la traductora Gabriela Marrón. La bajada de la misma dice: “Surgida de conversaciones casuales entre traductores del latín, es la primera antología de ‘poemas incómodos’ de la antigüedad clásica traducidos al rioplatense”.

Una historia de la guarrada

“¿Así que ustedes leyeron ‘millares de muchos besos’/ y pensaron que yo era menos macho?/ La tienen adentro, sigan mamando.” Estos versos podrían ser de Diego de Verona o Catulo de Fiorito: el juego de palabras es de Gabriela Marrón, que acaba de publicar Habeas Corpus latín, sexo y traducción (Editorial VOX), la primera antología de “poemas incómodos” de la antigüedad clásica traducidos al español rioplatense.

Marrón, doctora en Letras y docente de Lengua y Cultura Latinas en Bahía Blanca, reivindica el ritmo poético de una de las frases más famosas de Diego Maradona y la emparienta con esos versos, los últimos del poema 16 de Catulo de Verona, que nació en el 84 a. C. y murió en Roma en el 54 a. C. La famosa frase de Diego Maradona, a la que Marrón separó en versos para abrir una de las secciones del libro, le sirvió para mostrar la vigencia y supervivencia de ciertas metáforas que atravesaron toda la historia de la cultura occidental, desde la antigua Roma hasta una conferencia de prensa por la eliminatoria de un mundial: “A los que no creyeron,/ con perdón de las damas,/ que la chupen,/ que la sigan chupando. Yo soy o blanco o negro,/ gris no voy a ser en mi vida./ Ustedes me trataron como me trataron,/ sigan mamando”. Un poema.

Marrón cuenta que las traducciones de Habeas Corpus aparecieron como uno de esos delirios de sobremesa que terminan concretándose: “Surgió de conversaciones con personas que han cursado latín en la UNS, con los que estábamos hablando en una cena sobre lo que se traducía y lo que no se traducía. Ahí me mencionaron un texto de Marcial que yo en ese momento no conocía y que es con el que comienza el libro”. Ese Epigrama 7, que hoy abre la sección “Conchasquidos” y en el que el poeta se queja por los ruidos que hace la vagina de su compañera, circuló por Internet, de muro a muro de Facebook, y entonces empezaron los pedidos por más traducciones voceadas (o sea, donde el peninsular “tú” estuviera reemplazado por el “vos”) y sin tapujos ni eufemismos, donde “me los voy a culear” no se tradujera como “os sodomizaré”. “El mercado editorial –explica Marrón– muchas veces condiciona la traducción. Se pretende que el texto llegue a la mayor cantidad de lectores y en esa búsqueda del lector ideal se pierden todos los lectores anclados reales. Estas traducciones surgieron para bahienses, bonaerenses o para porteños. Pero seguramente para el Chaco, alguien chaqueño podría hacer una mejor.”

Por acumulación y capricho, empezó a armar un corpus de textos que primero subió a un blog (www.guarradaspueticas.blogs pot.com) y con los que después armó una performance en la que ella leía los poemas en latín y María Elena Bonora, bibliotecaria y actriz, le ponía el cuerpo y la voz a la traducción en español. Cuando Gustavo López, el editor de VOX, la contactó y le propuso armar un libro, Marrón amplió la búsqueda y sumó a Ausonio, poeta cristiano del siglo IV d. C., al dream team de los latinos Catulo, Marcial (40-104 d. C.), Horacio (65-8 a. C.), Ovidio (43-17 a. C.) y Claudio Claudiano (370 d. C.-404 d. C.).

En ese momento se empezaba a debatir la Ley de Identidad de Género y junto al colectivo feminista Despertando a Lilith, Marrón hizo unas plaquetas con la traducción del Epigrama 76, donde Ausonio cuenta la llegada de un transexual (“En la campana Benevento, uno de los muchachos se volvió de repente una chica”): “La idea era mostrar que hay una historia de ciertas prácticas y que no necesariamente siempre en los textos hay sanción. El corpus empezó a correrse un poco de la guarrada, de la puteada, y comenzó a recuperar el lugar de ciertas prácticas que parece que fueran muy contemporáneas porque durante mucho tiempo se han desplazado de los espacios de discusión”. Por eso el gesto de la antología es doble: si como recurso legal el hábeas corpus reclama “poner el cuerpo a la luz para que sea visto”, este libro ilumina tanto a un registro del latín (muy lejano del único latín que suena hoy, el del Vaticano) como a las prácticas de las que ese registro daba cuenta hace más de dos mil años.

–¿Qué diferencia a estas traducciones del trabajo académico con los textos latinos?
–Yo quería hacer traducciones sin notas al pie. La traducción académica necesita la nota porque trata de ser lo más fiel al texto y ahí se hace toda la explicación cultural. Hay un ejemplo en el libro, en un epigrama de Marcial, donde él le dice a la mujer que quiere tener sexo anal con ella y que si quiere puede ser Lucrecia de día, pero de noche quiere que sea Lais. Para nosotros, ese significado de Lucrecia y Lais, que la primera es una figura casta famosa y la segunda una figura de prostituta famosa, es un código cultural que está perdido. El texto juega, y una forma de traducir eso sin notas al pie para mí fue poner “si querés podés ser Lucrecia todo el día, pero a la noche te quiero puta como Lais”. Precisé algo más, agregarle una palabra que no está puesta, pero está. Lo que yo elegí fue hacer una traducción analítica y no sintética de una palabra. Y en ese sentido, la edición bilingüe me saca presión, porque se puede ver el texto original. Lo que a mí me interesa es que el lector que no sabe latín pueda tener una experiencia estética propia sin nota al pie.

–¿Eran textos marginales?
–No, para nada. Era un género. Eso en Marcial está muy claro: el escribía epigramas y esos códigos eran los esperados en el género. El abre alguno de sus libros diciendo “que se alejen las matronas de este libro porque no es para ellas”. Lo que pasa es que la tradición recuperó ciertos autores y ciertos textos de esos autores. El cristianismo recuperó al Virgilio de La Eneida, y no al Virgilio de la égloga del amor entre los dos pastores. Hay un preconcepto de lo que es el clásico. Y hay ciertos textos que encajan perfectamente en eso, y los que no encajan se han borrado. A veces también se hacen recortes porque no se encuentra el lugar por donde traducir ciertos temas. En algunos casos no se incluyen, en otros se traducen a traición y es interesante ir haciendo ese recorrido.

–¿Cómo se detecta una traducción a traición?
–Muchas veces las palabras que aparecen en un texto aparecen también pintadas en un graffiti en Pompeya y en ningún otro lado más. Eso permite suponer que un eufemismo en la traducción no era el sentido original. Para traducir hay que incorporar un léxico de un campo semántico específico, pero en este caso si vas al diccionario Vox, que usamos todos los que trabajamos con el latín y que tiene matriz cristiana, hay palabras que directamente no están. Hay que ir al Oxford Latin Dictionary y ver la traducción en inglés, que también es bastante eufemística. Por ejemplo dice “órgano sexual masculino”, pero no dice dentro de qué registro se utilizaba. Si la palabra “caverna” se usaba como metáfora del órgano sexual femenino, yo no puedo poner “caverna” en una traducción, porque no se entiende. Entonces es una búsqueda permanente y en algunos casos sentís que te fuiste de mambo, que te fuiste más lejos que lo que el texto quería decir, y en otro, que no podés llegar tan lejos como el texto va.


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