viernes, 8 de febrero de 2013

Una encuesta para traductores (5)

Pedro Serrano
Nacido en Quebec, en 1957, en el seno de una familia mexicana, es poeta, ensayista, profesor universitario y traductor. En la actualidad dirige el Periódico de Poesía, publicación on line de la UNAM, donde también enseña. Publicó los libros de poemas El miedo (1986), Ignorancia (1994), Turba (2005), Desplazamientos (2006, que reune poemas de los tres libros, anteriores), Nueces (2009). En 2000 publicó con Carlos López Beltrán La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las Islas Británicas y No tire piedras a este letrero de Matthew Sweeney,  Rey Juan, de William Shakespeare (2003). También en 2000 se estrenó en Francia y México la ópera Les marimbas del éxil, con libreto suyo y música de Luc Le Masne. La editorial chilena LOM acaba de publicar una voluminosa antología de la poesía mexicana realizada por Serrano y López Beltrán.

1) ¿En que se parecen la traducción y la escritura? ¿En qué se diferencian?
 La traducción es escritura. Resalta el valor incidental de toda escritura, la imposibilidad del original. El "original" que vemos es una modificación de un original que no existe.  ¿Dónde está el original? ¿En la versión final de quien lo escribió? ¿En la primera versión que hizo? ¿En la mente en donde se originó? ¿En las funciones del cerebro que permiten activar esa mente? ¿En las dendritas que hicieron que sacaron chispas de ese cerebro y que crearon ese original? ¿En la realidad ajena de la que ese original partió?

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción de un original?
Todo depende del texto. Lo que sí no se debe hacer es facilitar o domesticar la traducción. Tampoco forzar su dificultad. La traducción no debe depender ni de lo que los lectores esperen ni de quien lo escribió originalmente, sino de lo que el propio texto pida. La traducción vuelve a recorrer todos los movimientos de escritura que dieron lugar al texto original de esa traducción, y es el propio texto, ya en traducción, nuevo original de sí mismo, el que pide y dicta la acción de su propia creación en traducci ón.

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
¿Debe ser más visible el autor que su escritura? El traductor debe ser visible, no en las notas a pie de página, sino en los créditos, en la portada, en las acciones que ese original en traducción pida para su circulación y reconocimiento. El traductor es el doble original del autor, al mismo tiempo continuidad y separación, fidelidad y autonomía. Como tal debe responder y pedir respuesta.
Una pregunta que se podría hacer para otra encuesta, por lo menos en cuanto a la traducción de poesía, y que podría ampliarse no s ólo a los traductores sino también a los lectores: ¿qué es mejor, la edición bilingüe, en la que la traducción se postula como copia fiel del original, o la edición sin el original, en donde la traducción se asume como original propio en su lengua? Creo que estoy adelantando opinión en mis observaciones, así que la pregunta debería ser, directamente, ¿qué es mejor, la edición bilingüe o la ausencia del original?

Marietta Gargatagli

Nacida en Paraná (Provincia de Entre Ríos, Argentina) es crítica literaria e investigadora. Es doctora en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Barcelona y en la actualidad es profesora titular del Departamento de Filología Española de la misma institución,  así como investigadora principal del Grupo de Investigación de T-1611 de la Facultad de Traducción. Asimismo es profesora reincorporada, sin cargo, a la Universidad Nacional de Rosario. En el ámbito de la investigación sobre la traducción y la historia de la traducción, es autora de varios libros, capítulos de libros y numerosos artículos, entre los que cabe mencionar "La traducción de América" (en Actas del I Congreso Internacional sobre Traducción, 1992), Jorge Luis Borges y la traducción (UAB, 1993), "Las traducciones invisibles" (en Actas del II Congreso Internacional de Traducción, UAB, 1994), "Translators and the emergence of national literatures" (en Les traducteurs dans l´histoire, edición de Jean Delisle y Judith Woodsworth , 1995) y El tabaco que fumaba Plinio. Escenas de la traducción en España y América, relatos, leyes y reflexiones sobre los otros (con Nora Catelli; Ediciones del Serbal,1998). Como crítica literaria ha colaborado en obras colectivas y revistas con capítulos y artículos sobre Jorge Luis Borges, Manuel Puig, Roberto Arlt y Julián Ríos, así como sobre autores franceses e italianos. Es colaboradora del Centro Virtual del Instituto Cervantes y codirectora de la revista de historia de la traducción 1611.

1) ¿En que se parecen la traducción y la escritura? ¿En qué se diferencian?
Si la escritura fuera un escenario con piso de madera y bambalinas de terciopelo rojo diría que el primer intérprete que vi en acción fue Rafael Ielpi (un saludo cariñosísimo) que redactaba a toda velocidad tecleando una remington en la editorial de la Biblioteca Vigil de Rosario en los primeros setenta. Si la traducción fuera otro teatro paralelo diría que el primer traductor que vi trabajando fue Joaquim Jordà apostillando una conversación simultánea mientras traducía a toda velocidad tecleando una lettera en una cocina de campo. Como no me dediqué a la traducción profesional nunca aprendí esa disociación entre traducir y conversar; sin embargo, sí logré que mi mente me dictara frases, como las que estoy escribiendo ahora mismo, frases que salen de corrido, sin pensar o pensando lo mínimo, como cuando uno habla. En este sentido, traducir y escribir comparten idénticos automatismos. Automatismos aprendidos que vienen por oleadas de ocho palabras y justifican que los griegos hablaran de techné (técnica) o de poeisis (producción) para referirse al arte de las palabras. La belleza está oculta en los movimientos de esos automatismos y nada importa si el ejecutante traduce, escribe o dicta oculto detrás de los cortinados rojos.

2) ¿Debe notarse u ocultarse el hecho de que un texto sea traducción de un original?
Hasta no hace muchos siglos, traducir y escribir significaban lo mismo y no cabía preguntarse por las diferencias. No existían los derechos de autor (¡la revolución francesa!) ni tampoco la idea de originalidad original. Establecida la oposición, si no nos preguntamos cuánto de original hay en un original por qué deberíamos preguntarnos cuánto del original queda en la traducción?

3) ¿Debe ser más visible el traductor que la traducción?
Es difícil que un traductor quiera ser forzadamente visible. Sin embargo, está ahí a pesar de sí mismo: el léxico, el estilo, las notas o la ausencia de notas. Durante años compré los libros traducidos sin fijarme en los autores de las traducciones. Ahora es lo primero que miro y lo que me inclina a elegir o desechar el libro. Antes era muchísimo más feliz.

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