lunes, 1 de octubre de 2012

Intríngulis para jóvenes: dónde formarse


Julia Benseñor (foto) también escribió para el número especial de Ñ. Su participación se resume en el siguiente artículo, donde se analizan cuáles son las alternativas que hay en la Argentina para quienes deseen estudiar la carrera de traductor y cómo se realiza la inmersión en el mercado laboral.

Estudiar para traductor: dónde y cómo

Si bien la traducción es uno de los oficios más antiguos, surge como carrera profesional recién en los primeros años del siglo XX, por lo que podría decirse que es una carrera joven.

En la Argentina, quien quiera estudiar una carrera de traducción primero deberá discernir si prefiere hacer el traductorado público, lo que significa que se formará exclusivamente en el campo jurídico, o el traductorado orientado a otros campos del saber, como la literatura, la ciencia y la técnica. En función de esta decisión primaria, el futuro traductor profesional tiene ante sí diversas opciones, pero quisiera abocarme a la formación del traductor literario.

Los traductores literarios de la Argentina, al igual que en otros países, provienen de entornos de formación muy variados, como son las carreras de traducción, las licenciaturas en idiomas y las carreras de letras, e incluso de otros ámbitos menos formales.

En el terreno de la educación formal, la oferta de centros de enseñanza en la Argentina no es muy amplia en términos geográficos, ya que la mayoría se concentra en la ciudad de Buenos Aires —lo mismo que sucede con tantas otras cuestiones de este país—, como tampoco lo es en términos de diversidad de idiomas, ya que la formación en inglés lleva claramente la delantera, seguida por la de algunos otros idiomas, como el alemán, el francés y el portugués, en cuanto a cantidad de centros y, claro está, de alumnos inscriptos.

Entre los centros de formación de traductores literarios hay instituciones terciarias y universidades, tanto públicas como privadas. En el ámbito de la enseñanza pública, por ejemplo, se dicta la carrera de traductor literario en idioma inglés en la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas “Sofía E. B. de Spangenberg”, en tanto que el Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas “Juan Ramón Fernández” forma traductores en alemán, francés, inglés y portugués. Por su parte, la Universidad Nacional de La Plata ofrece la carrera de traductor literario en francés e inglés.

Entre las instituciones privadas, cabe mencionar la Universidad de Belgrano, que forma traductores en inglés, la Universidad del Salvador, en inglés y portugués, y algunos institutos terciarios distribuidos en Buenos Aires y en otras pocas ciudades del país, con planes de estudio diseñados como carreras cortas.

Más allá de sus particularidades y diferencias, en todos los centros de formación se busca que el alumno adquiera un conocimiento profundo de la lengua y la cultura extranjeras de su elección así como un excelente dominio de los recursos expresivos de su propia lengua. A las materias orientadas al desarrollo de las habilidades lingüísticas se suman diversas materias del área sociocultural como historia, literatura hispanoamericana y literatura en lengua extranjera, entre otras, y, en algunos casos, se incluyen cursos o mecanismos académicos que tienen por objeto asegurar la vigencia de los estudios e introducir innovaciones para responder a nuevos desafíos teóricos o tecnológicos.

Vale aclarar que en la mayoría de las instituciones mencionadas la formación ofrecida también comprende otros campos de la traducción, como son las ciencias, la técnica y el periodismo. En líneas generales, la duración de las carreras oscila entre los cuatro y cinco años, y algunas instituciones incluyen un período de práctica profesional o “residencia”, un ciclo en el que el alumno, a través de un trabajo de campo, vive la experiencia de “trabajar” antes de graduarse.

Ahora bien, este breve listado de la oferta académica que existe en el campo de la traducción literaria no refleja enteramente el verdadero estado de situación actual. Por ejemplo, todos sabemos que circulan traducciones de obras literarias escritas en idiomas distintos de los nombrados; vale mencionar, por caso, el checo, el hebreo, el húngaro, el ruso y tantos otros. No sólo lo sabemos sino que lo disfrutamos —o padecemos, según sea el caso— en nuestra condición de lectores. Pero no hay instituciones académicas que preparen a los amantes o conocedores de estas lenguas (¡absurdo pensar en tantas carreras como lenguas hay en el planeta!) para enfrentar los desafíos de la traducción literaria; aún así, la traducción literaria es posible y la mejor prueba de ello es que se ejerce. La explicación es muy sencilla: hay más de un camino que conduce a la traducción literaria. De hecho, nuestro país ha sido pródigo en excelentes traducciones que fueron fruto del esfuerzo realizado por hombres y mujeres que se volcaron a la traducción literaria por afición, sensibilidad y compromiso con la cultura, lo que habla de numerosas historias de talento.

Y es que, a riesgo de pecar de cierto esquematismo, la práctica de la traducción puede reducirse a dos momentos muy profundos: el de la lectura y el de la reescritura. Quien ejerza la traducción, cualquiera sea el camino por el que llegue, debe necesariamente ser un lector intenso y comprometido, comprender la lengua extranjera en todos sus posibles matices, estar alerta a las diferencias culturales, conocer las estructuras gramaticales y las agramaticales, mantener su espíritu curioso frente a las cuestiones relativas a la lengua, un objeto de estudio por demás dinámico y esquivo.

Claro que ser un buen lector es condición necesaria pero no suficiente para poder traducir. Falta la segunda instancia mencionada anteriormente, la producción o la reescritura, y que es por la que, en última instancia, se juzgará nuestra labor. Es fundamental que el traductor desarrolle un excelente dominio de su propia lengua, el español, que nunca esté conforme con el nivel alcanzado y que siempre esté en busca de nuevos horizontes.

No tengo dudas de que a todos los traductores literarios, cualquiera sea el camino recorrido, los une el amor por la lectura, la vocación por servir de puente cultural y el placer de escribir... aunque no sea una obra propia. Y a la formación de base, con el tiempo y las canas y tal como ocurre en toda disciplina, se sumarán el conocimiento que nos regala la experiencia y, lo que es más importante, el aprendizaje invalorable que nos deja la reflexión sobre los propios errores.

Analizada la formación, queda por ver cómo son los caminos que conducen al ejercicio de este arte y oficio; en otras palabras, cómo se accede al primer trabajo en el mercado editorial. Es claro que dependerá de quién es el traductor y de qué proyecto de traducción se trate. Un escritor que traduce tiene un nombre de peso propio y un traductor con varios libros traducidos tiene carta de presentación suficiente, por lo que ni uno ni otro tendrá dificultades para acceder en forma casi continua a su siguiente proyecto de traducción. El problema, como siempre, es para el que se inicia, el que no tiene aún una trayectoria, y entonces surge la pregunta clave: ¿cómo lograr esa primera experiencia? A todas luces ésta no es una pregunta privativa del campo de la traducción literaria, y cada uno suele responderla desde la limitación de la propia experiencia. En mi caso tuve la oportunidad de que en una editorial me tomaran una prueba... y simplemente la aprobé.

Sobre la base de ese lejano y grato primer paso, aprovecho, entonces, la ocasión para hacer una propuesta. Sugiero sistematizar un mecanismo de evaluación más objetivo que la habitual “recomendación”, la que, dicho sea de paso, no siempre va de la mando del mérito. Propongo a todo editor que se enfrente a la necesidad de contratar a un nuevo traductor que adopte esta buena y saludable práctica de la prueba de traducción. Darle al candidato un fragmento del libro que se necesita traducir constituye una herramienta transparente para evaluar la calidad del trabajo del traductor novel y su desempeño en relación con otras cuestiones como el cumplimiento, la responsabilidad y el compromiso. Difícil rechazar una propuesta tan poco onerosa, ya que sólo exige tiempo de ambas partes, y que, a mi modo de ver, es una vara justa a la hora de incorporar traductores jóvenes, entusiastas y sin experiencia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario