viernes, 10 de agosto de 2012

Morábito se mete con los diccionarios

Fabio Morábito –ya lo ha demostrado cumplidamente– tiene una mente extraña. Por eso, cuando reflexiona –como en la columna aparecida en la revista Ñ, del sábado 4 de agosto pasado, reproducida aquí, a continuación– resulta casi siempre si no decididamente agudo, al menos cautivante.

Un diccionario estúpido

Lo compré hace unos años en una librería de viejo, cuyo dueño me previno: "Es un diccionario estúpido. Si le interesa, se lo dejo a buen precio". Lo compré porque era barato y me atrajo la idea de poseer un diccionario estúpido. En mi casa lo abrí y busqué la definición de "casa": "Construcción regular, por lo general con techo y ventanas, de distintos materiales y formas, que defiende al ser humano de la intemperie y los peligros exteriores". Me pareció una definición muy sensata. Consulté el diccionario de la Academia, que define "casa" escuetamente: "Edificio para habitar". Releí la definición del diccionario estúpido y, en efecto, comparada con el laconismo del DRAE, era algo desmesurada. ¿Por qué construcción "regular"? ¿Puede ser irregular una construcción? ¿Y por qué reducir la casa a un espacio defensivo. La definición del DRAE era inmejorable. Nada de regularidad o irregularidad, nada de techos ni ventanas, nada de defenderse del exterior. Busqué “jardín” en el diccionario estúpido: “Pedazo de la casa, de diferente forma y tamaño, con plantas y flores, por lo general cercado y para retozo de los que viven en ella”. Busqué “jardín” en el DRAE y leí: “Terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales”. Conciso y sin vuelta de hoja, ni siquiera se mencionan las flores. Cerré el diccionario estúpido y lo guardé. Pecaba de locuaz y fantasioso, pero no era nada estúpido. Ya puestos, es más estúpido un diccionario que al hablar de un jardín no menciona las flores y trae “plantas con fines ornamentales”, que obligará a más de uno a hacer una nueva consulta, mientras “flores” lo entienden hasta los niños. Pero recurrir a definiciones que de tan lacónicas nos encarcelan a menudo en un círculo de definiciones sin fin, tampoco es una estupidez, porque no es cierto que todos entendemos la palabra “flores”, ya que quizás excepto los niños nadie entiende cabalmente ninguna palabra, ni con la ayuda de un diccionario que por abundar en sentido común nos parece estúpido, ni de otro que por carecer por completo de él nos lo parece aún más.

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