jueves, 17 de junio de 2010

Alí Babá habla de más y los 40 ladrones les lloran a los traductores lágrimas de cocodrilo


Sonia Efei, lectora de este blog, tuvo la amabilidad de enviar las siguientes reflexiones, motivadas por la lectura de un artículo en el diario El País, de Madrid a propósito de la plataforma Libranda (cfr. en este blog Alí Babá y sus secuaces, del 14 de mayo de 2010). Las mismas se apoyan en unas interesantes declaraciones efectuadas por un ejecutivo de la editorial Planeta que, con lo que dice, contradice la información que a diario reciben los traductores peninsulares.

¿Una inversión altísima con un resultado dudoso
o una inversión dudosa con un resultado altísimo?

La industria editorial española ha sumado fuerzas para lanzar al mercado una plataforma que se ocupará de comercializar el libro en formato digital. El 9 de junio de 2010 se presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid Libranda, proyecto en el que participan el grupo Random House Mondadori, Planeta, Santillana, Roca Editorial, Grup 62, SM y Wolters Kluwer.

El 15 de julio próximo se lanza la primera fase con 2.000 títulos de 10 grupos editoriales. El 15 de septiembre se pondrá en marcha la segunda fase, con 15 grupos editoriales y 21 tiendas. Se puede consultar la noticia detallada en este enlace:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/julio/explosion/digital/controlada/elpepucul/20100609elpepucul_7/Tes

Los editores españoles procuran de este modo evitar la piratería por falta de contenidos digitales y se apresuran a ponerlos a disposición del público a un precio que será entre un 20% y un 30% más barato que el libro de papel.

Llama la atención el dato que aparece en la última parte del artículo. Según declaraciones del señor Jesús Badenes, representante del grupo Planeta, el costo de digitalización de un libro en papel está entre 300 y 400 euros. Ese costo se recupera con la venta de 50 descargas.

No es éste el mensaje que reciben los traductores de libros en sus contactos con los editores para tratar de la cesión de los derechos de traducción de sus obras para el ámbito digital. En esos contactos, el mensaje es que el editor debe hacer frente a una inversión altísima, con un resultado dudoso.

No es menos dudosa la inversión para los traductores a quienes algunos editores proponen la cesión para el ámbito digital de los derechos de explotación de sus traducciones en los siguientes términos:

1. Acaparamiento de todos los formatos de explotación digital, con independencia de que el editor vaya a explotarlos efectivamente.

2. Cambio de la base de cálculo aplicada al libro en papel (porcentaje de regalías sobre P.V.P. –precio de venta al público– del libro sin I.V.A.) por la nueva fórmula: ingresos netos del editor menos gastos calculados en función del P.V.P. sin I.V.A. del libro digital. No se especifican cuáles van a ser esos gastos.

3. No se ofrece a los traductores adelanto alguno por la cesión de los derechos digitales de sus traducciones. Los editores consideran que el negocio digital forma parte del negocio en papel.

4. No queda claro en muchos contratos de cesión de derechos digitales que el cobro de regalías por los traductores vaya a ser desde la primera descarga.

5. Pese a que en los contratos de traducción los traductores firman una cláusula en la que manifiestan conocer el sistema de distribución y explotación del editor, dicho sistema no deja de ser un arcano.

Estos son algunos de los aspectos del pastel digital para los traductores de libros. Las consecuencias negativas para ellos son las siguientes:

1. Si los editores acaparan todos los formatos de explotación digital para comercializar las traducciones, los traductores pueden encontrarse en las siguientes situaciones:

a) que el editor explote sólo uno (o ninguno) de esos formatos, con el consiguiente perjuicio para los traductores, porque sus traducciones no podrán explotarse más que en los formatos que el editor considere oportuno

b) que un tercero se interese por alguno de los formatos que el editor no explota, solicite que se lo ceda y no lleguen a un acuerdo por los motivos que fuere; en ese caso, los traductores tampoco podrán beneficiarse de esta operación ni tendrán la posibilidad de ceder sus obras, pues el editor se ha reservado en exclusiva absolutamente todos los formatos de absolutamente todos los derechos digitales.

2. El cambio de la base de cálculo es una puerta abierta para que las cuentas cuadren a gusto del consumidor. Nada impide a los editores imputar al concepto general de «gastos» las partidas que más les convengan para hermosear sus cuentas de explotación, ni imputar a la cuenta de explotación de determinado título digital las pérdidas del mismo título en papel. O cualquier otra combinación.

3. Los traductores no reciben adelanto alguno por ceder los derechos digitales de sus traducciones pero no siempre tienen asegurado el cobro de regalías desde la primera descarga.

4. Desconocer el sistema de explotación del editor en el ámbito digital supone dejarle total libertad para que explote las traducciones en paquetes compuestos por varios títulos a cambio de un precio que se desconoce, incluso con formas de remuneración que toman como base de cálculo otros elementos que no sean las propias obras, por ejemplo, un porcentaje sobre la venta del aparato lector de contenidos digitales.

Otro dato económico del artículo comentado es que los socios de Libranda aportaron dos millones de euros para la operación de salida. Dada la envergadura de los grupos editoriales que integran la plataforma digital no parece una inversión imposible de asumir. Sobre todo si tenemos en cuenta que incluye un buen pellizco en concepto de derechos de autor por la explotación de las traducciones en el ámbito digital que, de momento, muchos traductores han cedido sin cobrar nada en metálico, simplemente a cambio de unas condiciones como las arriba expuestas que, por su avidez, hacen temer lo peor.

Se habla mucho de que la aparición del libro electrónico revolucionará el mercado editorial y que exige a las partes implicadas un esfuerzo de imaginación en la búsqueda de soluciones. Resulta muy difícil hacer un esfuerzo de imaginación cuando el interlocutor no sólo tiene la sartén por el mango y el mango también sino que es un espécimen del perro del hortelano tan mejorado, que parece salido del laboratorio de experimentos genéticos de una obra de ciencia ficción (en formato digital, faltaba más).

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